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Jamás imaginé...

  • Foto del escritor: Fabiana Peralta
    Fabiana Peralta
  • 20 jun 2017
  • 20 Min. de lectura

Lee en exclusiva, el primer capítulo de la novela que llega el

4 de Julio de 2017

Uno

Luka

Como de costumbre, estaba desbordado de trabajo, así que ésa no era excusa para que a último momento llamara para cancelarlo; además, últimamente lo había hecho tanto que ya no tenía cara para repetirlo.

Habíamos quedado en encontrarnos en Troubleʼs Trust, en el hotel Palace, por lo que, al salir de la empresa, me fui directo al bar, pues sabía que, si pasaba por casa a cambiarme, desistiría de salir.

Y allí estaba, sintiéndome fuera de lugar, ya que hacía tiempo que había dejado ese estilo de vida. Por eso, de pronto, todo lo que antes era normal para mí, en ese momento me parecía extraño; mis amigos, en la barra, iban por la segunda ronda cuando yo aún no había terminado la primera. Creo que no encajaba en ese contexto o, tal vez, ellos ya no encajaban en el mío.

Mientras bebía de mi copa, no pude dejar de pensar y me sentí culpable por haberla dejado, por estar allí intentando divertirme de otra forma que no fuera con ella. Pero cuando Spencer me llamó esa tarde, me cameló, y eso fue lo que acabó de convencerme.

Como ya dije anteriormente, hacía cinco años que mi vida había dado un giro radical, y en ese momento tenía que agradecerle a mi padre que me hubiese obligado a tomar las riendas de la empresa, porque, cuando ella llegó, yo estaba preparado para que se convirtiera en todo mi mundo.

Sin embargo, era cierto que necesitaba relacionarme, salir, vivir mi vida como hombre, pues iba de casa al trabajo y del trabajo a casa. Mis desahogos no me faltaban cuando quería follar, pero no eran la prioridad en mi día a día, pues los problemas en la compañía cada vez eran más agobiantes... pero realmente necesitaba algo más de lo que tenía o de lo que a menudo yo mismo me brindaba. ¡Joder, necesitaba un buen coño caliente, suave y fragante en el que enterrarme y volver a ser yo, Luka Bandini, el hombre al que conseguir una conquista le era tan fácil como respirar!

Mis amigos estaban sentados junto a mí, en la barra, y sabía que sus radares estaban en alerta máxima cuando cuatro seductoras chicas se acercaron; al parecer, estaban solas como nosotros.

Maverick, transcurridos unos minutos, hizo su lanzamiento y quiso anotar un strike; yo miré a las mujeres que él estaba encarando y, antes de moverme, me acerqué a Spencer y Drake y les dije:

—La morena del vestido color vino que está de espaldas es mía.

Hice el anuncio y me dirigí hacia ella; no me hizo falta verla de frente, no era necesario para lo que quería conseguir. Con ver su trasero enfundado en esa sexy y ajustada prenda, tuve bastante, pues lo demás era irrelevante.

Me acerqué confiado por detrás; siempre había sido bueno ligando y, aunque estuviera un poco alejado de las conquistas ocasionales, aún recordaba muy bien cómo hacerlo. Una ráfaga invadió mis fosas nasales; su perfume era un aroma embriagador y lujoso, olía a vainilla mezclada con melocotón, y en seguida me imaginé enterrado en su cuello mientras bombeaba sin piedad su coño apretando mi pene. Por supuesto que mi entrepierna hizo acuse de recibo, y palpitó con su cercanía; incluso estuvo lista antes de que yo pudiera expresar una palabra.

—¿Puedo invitarte a una copa?

La desconocida se estremeció con el calor de mi aliento, ya que, empleando todos mis encantos, hablé muy de cerca contra su fino y largo cuello, utilizando mi voz más seductora, esa que sabía que les gustaba a las mujeres oír. Sus amigas me miraron de soslayo y lanzaron una risita; me examinaron sin disimulo y creo que, en cierto modo, le estaban dando su aprobación. Incluso reconocí a una de ellas, era una actriz muy famosa, pero no le presté atención, ya que estaba con toda su intención puesta en Maverick. Sin darse la vuelta, la curvilínea mujer de vestido ajustado me contestó.

—No acostumbro a aceptar favores de desconocidos y, además, ya me he pedido un New York Deli, muchas gracias.

Intentó suavizar la dureza de sus palabras con el agradecimiento, pero la verdad fue que su negativa redobló mi apuesta.

—Pues, si me dieras la oportunidad, podríamos muy pronto dejar de ser desconocidos.

La morena, lentamente, se dio media vuelta para enfrentarme.

—¿Tú? —exclamamos al unísono sin poder disimular la sorpresa.

De fondo sonaba Chandelier;[1] la música estaba a un volumen adecuado y nos podíamos oír a la perfección; sin embargo, no pude contenerme y elevé el tono de mi voz.

—Olvida todo lo que te he dicho, no me interesa conocerte. —Sabía que había sonado muy apático; por lo general no solía perder con tanta facilidad la compostura, pero verla lo había conseguido en un segundo.

—Pues, a mí, mucho menos.

—Sé muy bien quién eres y, lo que es peor, que eres una loca fanática.

—Y tú, un asesino al volante.

—Eso no es cierto. Me arrojaste un bote de pintura en el parabrisas y eso hizo que quitara el pie del freno; tú y tus compañeros parecíais querer lincharme.

La susodicha era una activista perteneciente a un movimiento ecologista, y había encabezado una protesta contra mi empresa a las puertas del Bandini Heart. Ese día estaba descentrado y le

había pedido a Aos, mi chófer y guardaespaldas, que me trajera el coche; cuando estaba así, conducir sin rumbo siempre me tranquilizaba. No obstante, aquella vez el caos que era mi vida se había transformado en más caos todavía.

—Sólo queríamos ser escuchados.

—Ésa no era la forma; hubierais podido pedirle una cita a mi secretaria y nos podríamos haber sentado a hablar con cordura y civismo.

—¡Ja!, cita. ¿Estás de broma, supongo?

—Por supuesto que no.

—Pues fíjate que yo creo que sí, porque estamos cansados de enviar informes a tu compañía con nuestras reclamaciones, y nunca hemos obtenido una respuesta. Healthy life es un movimiento muy serio, que apoya la vida sana y la preservación de nuestro ecosistema; si te hubieras preocupado de leer los informes, lo sabrías.

—¿Informes? A mí no me ha llegado ninguno.

—Tu empresa es contaminante y lo hemos comprobado con estudios de impacto ambiental.

—Eso es imposible. Nuestros ingenieros ambientales realizan estudios con periodicidad y todo está en regla. En Renewables Bandini no se hace nada que dañe el ecosistema, tampoco en Bandini Group.

—Veo que te tienes el discursillo muy bien aprendido, porque eso no es verdad.

—No eres más que una activista delirante que sólo quiere meterme miedo, vete tú a saber con qué fin.

—Joder... mira, te diré que mi título me lo he ganado con mucho esfuerzo, amo lo que hago, y los estudios ambientales los he dirigido personalmente; para tu información, soy ingeniera ambiental.

—Entiendo... una desempleada que busca salir en la prensa a través de nosotros y, así, conseguir un puesto de trabajo —le espeté para mosquearla un poco más.

—Imbécil, ya tengo un trabajo, y si participo en la causa ecologista es por convicción. Amo mi planeta, amo la Tierra, y la defiendo de gente ambiciosa como tú, a la que no le importa destruirla. Y deberías saber que no necesito tu nombre para subsistir; es más, si algo deseo es no mezclarme con tu asqueroso apellido.

La miré a los ojos... y me perdí en el color avellana, que echaba chispazos dorados. De repente mi vista vagó por su fino y largo cuello, que estaba rodeado por un bordado en el escote halter de su vestido; luego, sin disimulo, no sé por qué diantres, continué escaneándola con desparpajo. Sus pechos resaltaban, exuberantes, bajo la tela, y me imaginé sosteniéndolos en mis manos; a simple vista se veían pesados, y anhelé comprobarlo. Ella notó lo que miraba, porque un estremecimiento invadió todo su cuerpo, provocando que sus puntas se asomaran. El ceñido vestido terminaba justo debajo de la rodilla, y mi mirada vagabundeaba por sus piernas arriba y abajo y también por sus caderas. Todo el oxígeno, entonces, pareció desaparecer del lugar; el aire estaba cargado de tensión mientras nos sosteníamos la mirada. No podía negar que era una mujer con todas sus partes demasiado bien puestas y que, si no fuese quien era, ya estaría planeando las diferentes formas en que me enterraría en ella.

Tomando conciencia de lo absurda que era la situación, le dije, para hacerla cabrear más y alejar mis desatinados pensamientos:

—Veo que en Troubleʼs ahora dejan entrar a cualquiera. —Acompañé mis palabras con un movimiento despectivo de una mano.

—Lo mismo digo.

—¡Ja!, como si fueras asidua del local.

—Aunque te creas el dueño de Manhattan, te diré que venía a menudo cuando estaba abierto Gilt —me retrucó—, pero dejé de frecuentar estos sitios hace un tiempo, precisamente por la gente que es como tú. De todas formas, ahora comprendo que la idea de mis amigas de venir aquí no era tan buena.

—Creo que puedo decir exactamente lo mismo.

«¡Cómo es que nunca la había visto en Gilt? A decir verdad, en esos días no me preocupaba por mirar, las mujeres se me acercaban, simplemente», reflexioné en silencio.

Ambos nos separamos y nos sentamos uno a cada extremo de la barra, ignorándonos.

Mis amigos ya habían conectado con sus amigas y cada uno estaba lanzando strikes a diestra y siniestra. Entonces me di cuenta de que, para ellos, nada había cambiado; sin embargo, para mí había cambiado todo, pues ya no era el mismo, pero... ¿quién era ahora? Y lo que resultaba aún más difícil de responder: ¿qué era lo que quería en mi vida?

Nicole

Aún no podía creer que me hubiese encontrado allí con él; definitivamente no debí hacerle caso a Poppy cuando me llamó esa tarde, y mucho menos dejarme convencer por Chiara y Josephine para ir a esa parte de la ciudad.

No sé en qué diantres estaba pensando cuando acepté. Hacía tiempo que había dejado de frecuentar los sitios a los que asistía la elite de Manhattan, exactamente... hacía un año que había decidido que mi vida empezaría a ser auténtica y alejada de esos lugares a donde sólo acudían personas superficiales; había visto demasiados horrores en el mundo como para tolerar la mezquindad en la que esa gente vivía.

Yo no pertenecía a ese mundo ni quería pertenecer a él; había tomado demasiadas malas decisiones en mi vida como para seguir equivocándome. Sabía que allí, en esa zona de la ciudad, aparte de la inquebrantable amistad de mis entrañables amigas, que estaba segura de que siempre conservaría, nada auténtico podría encontrar, salvo la incondicionalidad de Steve. Pero también era cierto que ellas, por mí, habían ido a lugares que jamás hubieran pisado, así que, si quería un motivo de por qué en ese instante estaba en ese local, era ése; necesitaba dejar de ser tan egoísta y debía permitir que ellas se sintieran cómodas un viernes por la noche, en un lugar que les gustara de verdad.

Sacándome de mis cavilaciones, Poppy, Chiara y Joss se me acercaron para intentar convencerme de que ocupara un sitio junto a ellas y sus nuevos amigos, incluso vi por el rabillo del ojo cómo éstos también intentaban convencer al mentiroso magnate del petróleo, pero, aunque quería hacer el esfuerzo por ellas, me resultaba imposible aceptarlo.

—Lo siento, creo que no ha sido una buena idea venir a esta parte de la ciudad; creía que, después de tanto tiempo, esto habría cambiado algo, pero ahora me doy cuenta de que no es así; divertíos sin mí.

—Todo iba bien, ¿qué ha pasado? —chilló Chiara.

—Conozco al tipo que se me ha acercado, y es la clase de persona que me recuerda por qué me mudé a Brooklyn.

—¿Lo conoces? ¿De dónde? —me preguntó Joss, extrañada.

—No importa de dónde. Sé que me he vuelto aburrida, así que... os agradezco que aún me sigáis hablando.

—¿Qué pasa, Nic? Somos tus amigas, ¿cómo piensas que vamos a dejar de hablarte? Lo que ocurre es que creemos que sería bueno para ti que enterrases el pasado y dejaras de escapar. Lo hemos hablado muchas veces, él no puede exiliarte a Brooklyn.

—Esto no tiene nada que ver con él.

Mis amigas creían que yo aún sufría por Steve; ésa era una verdad que me pesaba, pero jamás lo delataría; no, hasta que él se decidiera a hablar.

«Esto tiene que ver con Andrea Bandini; quiero que él pague por todo y, si en mi camino se cruza su familia, lo lamento, pero será un efecto colateral en mi venganza.» Guardé mis pensamientos, tal vez porque no me enorgullecía de ellos.

—Vamos, Nic, si acabamos de llegar... divirtámonos. —Chiara y Joss intentaron tirar de mí para que fuera con ellas.

—Dejadla —pidió Poppy—; tiene un cabreo de puta madre, se nota en su cara.

Mis amigas y los amigos de él se sentaron, contentos, en una mesa. Yo entregué mi tarjeta y pagué mi consumición; quería marcharme. Miré hacia donde antes había estado sentado Luka Bandini, pero ya no estaba a la vista; al parecer, después de coger una llamada, también se había ido.

Para nadie era una novedad que Nueva York era una de las metrópolis más congestionadas y populares de Estados Unidos, siempre caótica, siempre en movimiento, y, aunque todo se tranquilizaba un poco por las noches, era viernes y los bares y pubs estaban a reventar de gente. Los habitantes, al salir de la oficina, iban en busca de una copa que compartir y así dejar atrás otra agobiante semana laboral. Por tal motivo, el tráfico se tornaba difícil en la ciudad, dificultando el desplazamiento de la gran cantidad de personas que, a diario, y en todo momento, la transitaban; en el centro de Manhattan siempre reinaba el caos. Hacía unos cuantos minutos que estaba en la calle y parecía increíble que, habiendo en la ciudad tantos yellow cabs, como normalmente se llama a los taxis en aquel vanguardista lugar, ninguno pasara por el Palace, o al menos ninguno estuviera libre; todos iban con el letrero apagado o bien con la señal de of duty, fuera de servicio, encendida. El frío me estaba helando los huesos, así que cerré mi abrigo por el cuello y busqué mi móvil para mirar la hora. En el momento en el que levanté la cabeza, vi que un taxi se acercaba; sin embargo, un hombre pretendía quitármelo.

—¡Oye!, yo estaba antes; hace mucho que espero uno.

—Lo siento, necesito el taxi, es una emergencia —me explicó atropelladamente.

—¿Tú otra vez? —dijimos los dos al mismo tiempo.

—Esto es una pesadilla. ¿Me estás persiguiendo?

—No, por supuesto que no. —Negó con la cabeza—. No quiero crear un conflicto por el taxi, pero debo cogerlo.

—No voy a cederte el taxi, búscate otro; hace frío y hace rato que estoy en la calle a ver si veo uno libre.

—Pues espero que no te pongas obtusa, ya que necesito llegar cuanto antes al hospital.

—Y yo necesito llegar a donde me dirijo.

—Joder, ¿siempre eres tan obstinada? Te propongo que compartamos el taxi: me dejas en la entrada de Urgencias del Lenox y luego te quedas con él.

Aún no comprendo la razón por la que accedí, tal vez porque vi la súplica en sus tormentosos ojos y porque, a pesar de considerarlo mi enemigo, yo no era una mala persona, sino una muy compasiva. Nos sentamos en los extremos opuestos del asiento trasero del coche, intentando no

tocarnos. Él le indicó al taxista su destino y eso fue todo lo que dijo; su voz sonó apremiada y parecía perturbado, porque advertí cómo se frotaba las manos en los muslos.

—¿Un Bandini en taxi? Es de no creer.

Me miró calculando mi afirmación y sonrió, y, ¡maldición!, tenía una sonrisa realmente matadora y se me habían caído hasta las medias.

—Me he citado en un bar con amigos y no sabía cuánto iba a beber, así que, por mi seguridad y por la de los demás, pensé que sería bueno regresar en taxi y no conducir; no veo extraño prescindir de mi chófer.

—Pareces preocupado, ¿le ha ocurrido algo a alguien cercano a ti? —No sé por qué le pregunté eso, si nadie de su familia me importaba.

—Cada vez me convenzo más de que ha sido un error haber aceptado salir esta noche. —Suspiró—. Lo siento, no lo digo por ti; tal vez antes te he hablado de forma despectiva, pero ha sido porque me ha cogido por sorpresa encontrarte allí.

Su mirada arrasadora me estudió durante algunos instantes antes de contestarme; era un hombre demasiado atractivo... sus pómulos marcados y su fuerte mentón partido encajaban a la perfección con su ondulado pelo oscuro y los ojos más grises e intensos que jamás imaginé ver; la luz del exterior iluminó su rostro y advertí que tenía una heterocromía parcial en el ojo izquierdo; el gris azulado de éste presentaba una manchita marrón. Me perdí en ellos, eran magnéticos.

—Alguien que me importa mucho ha sufrido un corte en la cabeza.

Su voz sonó sensible, pero yo no estaba dispuesta a dejarme conmover; nada bueno podía haber en un Bandini.

—Pues yo también te he hablado despectivamente, y no me arrepiento.

—He retirado la denuncia por vandalismo, podrías mostrar un poco más de agradecimiento.

—No tengo nada que agradecerte, estoy segura de que lo has hecho porque no quieres llegar a los tribunales sólo por el hecho de que tu empresa no se vea inmersa en una investigación, así que espera sentado si crees que te haré una reverencia.

—No es así, ¡joder! Creí que, después de todo, podías ser alguien civilizado y que podríamos hablar escuchándonos realmente.

—No me interesa escucharte, ya que a ti tampoco te interesa escuchar a Healthy life.

Había conseguido cabrearlo nuevamente; él destilaba odio en su mirada, pero no me

importaba; por el contrario, si me odiaba, mucho mejor, porque sería más impasible con mi venganza.

Llegamos al hospital y él oprimió el botón de pago en efectivo del taxi, luego se bajó, dejando suficiente dinero en la bandeja para que el viaje completo estuviera saldado, el mío y el suyo.

—No necesito tu limosna, puedo pagar mi viaje.

—Seguramente, pero quiero hacerlo; tengo demasiada prisa como para ponerme a lidiar con tus principios de autosuficiencia y feminismo, gracias por compartir el taxi conmigo.

Cerró la puerta, dejándome con la palabra en la boca, y empezó a caminar.

—Deme el cambio; no continuaré el viaje, me bajo aquí —informé al conductor.

Tras descender del vehículo, entré desaforada en la sala de Urgencias, pero el antipático de Bandini ya no se veía por ningún lado. ¡Joder, si que caminaba rápido!

Me senté en la sala de espera, pensando que en algún momento tendría que aparecer, pero, como tardaba, me planteé la posibilidad de estar haciendo el papel de estúpida.

Tras unos cuantos minutos más, de pronto lo vi salir de uno de los cubículos y me envaré; sin embargo, me refrené el ver que llevaba a una niña recostada en su hombro. Calculé que no tendría más de cuatro años, y observé con fascinación cómo le besó el pelo candorosamente y acarició su espalda, al tiempo que la consolaba con palabras suaves; junto a ellos, caminaba una mujer que intentaba abrigar a la pequeña. Ésta era rubia y muy bonita, joven además, y, aunque llevaba ropas holgadas, se notaba que tenía un buen físico. Me indignó saber que andaba de conquista cuando él

tenía una familia que lo esperaba en casa, así que estaba dispuesta a hacerle pasar el papelón del siglo, dejándolo en evidencia delante de su mujer.

—Oye, tú, te he dicho que no quiero que me pagues nada.

—¿Qué haces aquí?

Me habló en un susurro y me pidió calma con la mano; luego la levantó y llevó un dedo a su boca, rogándome silencio.

Mis ojos se clavaron entonces en sus labios.

«¡Maldición! «¿Por qué estoy mirando sus labios? Porque son sensuales y apetecibles, por qué más va a ser.»

Tenía que aceptar que él no tenía el gesto lóbrego de su hermano; su mirada era potente, pero a la vez limpia y diáfana, y te hacía tiritar; sí, no parecía tan mala persona como Andrea. Joder, no cabía duda de que los Bandini eran bien agraciados. Luka estaba fortachón, podría decirse que muy macizo. Calculé su estatura, se veía enorme sosteniendo a esa cría, era como si toda su humanidad la engullera en sus brazos.

Pero... ¿qué me pasaba? ¿Acaso me había vuelto loca? ¿Qué estaba considerando?

—A mí nadie me hace callar.

—No quiero hacerte callar —me dijo casi susurrando, pero su oscura mirada gris lanzó una advertencia, penetrando y carcomiendo la calmada actitud que yo intentaba mantener—, pretendo que no asustes a mi hija.

—Papi, ¿qué pasa? Quiero ir a casita.

—Ya nos vamos, mi amor.

La niña se aferró a su cuello con desesperación, y yo estaba ahí de pie... y me sentí una majadera desalmada; la mujer que lo acompañaba siguió andando.

Cogiéndome por sorpresa, Luka Bandini recogió con brusquedad el dinero que sostenía en mi mano y lo metió en el bolsillo de su chaqueta.

—Listo, no me debes nada, te lo debo yo a ti por haber accedido a compartir el taxi conmigo, pero, para tu información, eso no me quitará el sueño.

Acomodó a la pequeña en sus brazos y salió, y yo me quedé mirando cómo se alejaba; sus piernas largas y fuertes se deslizaban con seguridad. Cuando reaccioné, salí tras ellos, pero a cierta distancia.

En la calle me quedé esperando que algún taxi pasara; miré alrededor y noté que todo estaba bastante desierto; era tarde y hacía frío. No pude dejar de reparar en Bandini; aparte de mí, ellos eran las únicas personas a la vista. Disimuladamente miré y noté que estaban subiendo en un BMW X1 SUV de color blanco metalizado.

Luka

Acomodé a Mila en su asiento de seguridad y le abroché la sujeción; mi hija siempre era una tentación imposible de evitar y, por supuesto, no quería hacerlo, por eso besé su cuello mientras la inmovilizaba. Era un padre enamorado plenamente de la creación más perfecta que la vida me había regalado. Examiné su herida recién suturada; aún no lograba tranquilizarme, me había dado un susto de muerte cuando Sasha, su niñera y mi ama de llaves, me llamó para avisarme de que Mila se había caído y se había cortado en la frente. Por suerte la persona que la cuidaba era de mi entera confianza y jamás se amedrentaba ante nada, así que, rápidamente, cogió el todoterreno que tenía a su disposición y la trajo a Urgencias; también podría haber llamado a mi chófer, pero buscó la vía más rápida y estaba agradecido por ello.

—Yo conduzco, Sasha.

—Papi, siéntate a mi lado. Me duele la cabeza, quiero que te quedes conmigo.

—Deja, Luka, no me molesta hacerlo; tú encárgate de consentirla.

Las calles de Manhattan en esa parte de la ciudad lucían desoladas, incluso se notaba en el movimiento del tráfico que todo se había ralentizado a pesar de ser viernes. Cerré la portezuela y, estaba a punto de subirme al SUV y sentarme junto a Mila, cuando vi a la activista que esperaba un taxi. Le hice una seña a Sasha para que me esperaran y, decidido, me acerqué a ella.

—Es tarde y, además, la temperatura no es muy agradable; déjame que te acerque hasta tu casa.

No pudo disimular el desconcierto que mi ofrecimiento le causó. En realidad se lo había ofrecido para no tener que deberle nada, aunque estaba seguro de que no aceptaría.

—No hay gente en los alrededores y no me parece bien que te quedes aquí sola —continué diciéndole—. Sé que no hemos tenido un buen comienzo, pero... permíteme mostrarte que no soy tan desalmado como crees.

Lo cierto era que no sabía por qué necesitaba demostrarle eso. Mi vista se fijó en su boca carnosa y no pude dejar de admirarla; me estaba distrayendo con sus labios, pero era consciente de que no era la primera vez esa noche que eso me ocurría. Perseguí con mi mirada el movimiento de su mano y ella agarró las solapas de su abrigo y me pareció que se lo estaba pensando.

—De esta forma ninguno le deberá un favor al otro, y fin de la historia.

Continué hablándole y realmente me desconocí; no podía comprender por qué seguía

intentando convencerla de que aceptara.

—Vivo en el este de Manhattan, cruzando el puente —me explicó calmadamente, y me agradó el tono de su voz cuando no gritaba—, por lo que estoy segura de que eso hará que te desvíes demasiado de tu camino, y además... ¿tu hija?, oí que te llamó papi. No sabía que tuvieras una hija.

—Pocas personas lo saben; en realidad no es que la oculte, es sólo que la preservo del circo en que a veces se convierte mi vida. Antes solía tener un perfil excéntrico, pero ella me ha cambiado y no estoy dispuesto a permitir que las especulaciones de la gente la dañen.

Asintió con la cabeza, dando aprobación a mis palabras.

—Tu hija necesita que la lleves a su cama para descansar. Ella y tu esposa te están esperando.

—¿Mi esposa? —Agité la cabeza—. No, ella no es mi esposa —me giré ligeramente para mirar a Sasha, que aguardaba paciente con ambas manos aferradas al volante—, es la niñera de Mila y también mi ama de llaves.

—De todas maneras, no te preocupes, ahí viene un taxi.

Nicole Blade lo detuvo y se subió; cerré la puerta, nos despedimos con una simple bajada de cabeza y, acto seguido, caminé hacia mi coche.

Durante el trayecto de regreso al apartamento, pasé mi brazo por encima del asiento de seguridad con sistema LATCH*[2] y arrullé a mi pequeña; aunque todavía me duraba el susto, intenté mostrarme cabreado.

—Tú, señorita, y tú, Sasha, tendréis que explicarme cómo te has herido, porque a esa hora deberías haber estado durmiendo.

—No te enfades, papi.

Me miró con el rostro compungido y haciéndome morritos; sus ojitos de color celeste se veían enrojecidos de tanto que había llorado, y me partió el corazón estar reprendiéndola como si no fuera suficiente con las puntadas que se había ganado.

—Estaba desvelada porque tú no estabas —la defendió de inmediato su niñera—. Me pidió ver su película favorita y cuando terminó... Luka, si debes enfadarte con alguien, hazlo conmigo; jugábamos a que la atrapaba y se tropezó al intentar escapar de mí. Lo lamento, de verdad, me siento tan culpable...

Encontré la mirada de Sasha en el retrovisor y me pareció que estaba a punto de empezar a llorar.

—Ambas nos sentíamos extrañas porque no estabas en casa; era raro estar a solas a esa hora.

Estoy tan triste, jamás hago juegos que impliquen peligro para Mila; sabes bien que la cuido como si ella fuera mi...

—Está bien, Sasha, está bien; ha sido un accidente, mala suerte. No te fustigues más.

Cuando llegamos a casa, Mila estaba dormida, así que la bajé del coche y me encargué de meterla en su cálida cama. Sasha quiso ayudarme, pero me negué; ocuparme de mi hija no era molestia para mí y, cuando podía hacerlo, lo disfrutaba plenamente. Busqué en la cajonera un pijama limpio, porque el que llevaba puesto estaba manchado de sangre, y la cambié. Luego, tras arroparla, besarla y admirarla, pues mi hija era una belleza, dejé encendida la luz baja de la mesita de noche y me fui.

Entré en la cocina y me encontré a Sasha sirviéndose un vaso de leche.

—¿Quieres algo? Ya me iba a la cama, pero puedo prepararte algo rápido.

—No quiero comer nada, pero quisiera que hablásemos. ¿Nos sentamos en la sala?

Salí de la cocina esperando que me siguiera; fui directo a donde estaban las bebidas y me serví una medida de Gentleman Jack[3] y la invité a sentarse.

—¿Qué sucede? ¿Es por el accidente de Mila? Ya me he disculpado; acepto toda la

responsabilidad, de verdad que quisiera que no hubiera sucedido.

—No, no es por eso, ha sido una fatalidad que también le podría haber ocurrido estando conmigo —la corté—. Lo que quiero decirte es otra cosa. Mira, últimamente, cuando salgo a una cena de negocios, o a un evento, o como en el caso de hoy, que he salido con amigos, Mila tiene un berrinche, y creo que, sin darte cuenta, tú la estás alentando.

—¿Yo? ¿Cómo podría? No, Luka, eso sería una falta de respeto hacia ti. Tú siempre me has tratado muy cálidamente, al igual que tu familia, pero jamás me tomaría atribuciones que no me corresponden.

—Precisamente por eso, no quisiera tener que arrepentirme de no haber marcado las

distancias. Tú eres la niñera de mi hija, la persona que me ayuda con ella y con la casa, y te lo agradezco infinitamente, pero su educación... y mi vida —le lancé una mirada pétrea— son algo de lo que me ocupo yo, así que evita comentarios como los que has hecho antes en el coche de regreso a casa. Vivimos en uno de los edificios más seguros de la ciudad, así que sería bueno que no le trasmitieras tus inquietudes a la cría.

Le hablé sin levantar la voz, pero fui lo suficientemente claro como para que supiera que estaba cabreado, y realmente esperaba que supiese captar muy bien mi mensaje.

—Lo siento, Luka, yo...

No esperaba que se arrancara a llorar, pero sus lágrimas se derramaron y me sentí fatal; tal vez había sido un poco rudo, pero no quería que ella siguiera confundiendo nuestra relación, y últimamente Sasha se creía con más derechos de los que tenía.

—No he querido hacerte sentir mal, Sasha, simplemente no quiero que Mila se convierta en una niña insegura.

—Lo siento, no me he dado cuenta cuando he dicho eso, pero es cierto; cuando no estás en la cena, es extraño para nosotras cenar solas; sólo he dicho la verdad.

—Pues tengo una vida; soy padre, y dejé de lado muchas cosas para criar a Mila solo... Sé que no tengo que explicártelo, porque tú estás con nosotros desde que ella sólo tenía un mes. Pero, a pesar de amarla con locura, soy un hombre que necesita otras cosas, y he dejado mi vida social aparcada desde que mi pequeña nació, pero ya es hora de pensar en mí también.

—¿Estás saliendo con alguien?

—No tengo que darte explicaciones, pero lo estoy haciendo por cortesía. Cuando haya alguien adecuada para que mi hija conozca, sin duda ella será la primera en saberlo.

»Sasha, te agradezco lo cariñosa que eres con Mila.

—La adoro, Luka.

—Lo sé, y ella a ti. Tal vez deberíamos traer a otra persona para que te ayude con todo, para que Mila no sea tan dependiente de ti. Ahora estás con nosotros, pero no descarto la posibilidad de que, en algún momento, te vayas porque pienses en formar tu propia familia, eres muy joven.

—No lo creo, yo me siento muy bien con mi vida. Tú lo sabes, cuando me conociste yo estaba recién llegada de Rusia y... vosotros sois como mi familia. Además, me pagas muy bien y eso me permite enviarles dinero a mis padres.

—Lo sé, pero... quiero que busques tus propias metas. Tenemos casi la misma edad; necesitas encontrar a un buen hombre y enamorarte. Quiero lo mejor para ti, mereces ser amada como mujer y a veces siento que tu vida se te está pasando por estar a nuestro lado.

—Bueno, ya que estamos hablando tan profundamente, te diré que hay alguien que conquistó mi corazón, pero él no siente lo mismo que yo; quedarme con vosotros es la mejor opción.

—Que esa persona no aprecie tus encantos de mujer no quiere decir que no exista otro que pueda hacerlo. No quiero que te quedes más en casa los fines de semana cuando son tus días de descanso. Quiero que empieces a salir, aquí encerrada no conocerás a nadie. Ella intentó hablar, pero no la dejé.

—No hay discusión; sería bueno que buscases información sobre ese curso de decoración de interiores que querías hacer, Sasha. Yo me haré cargo de tu educación y me encargaré de encontrar a otra persona para suplirte.

—No es necesario, Luka, y no es lo que quiero.

—Sí, es necesario, y no se hable más.

[1]Chandelier, ℗ 2014 Monkey Puzzle Records, under exclusive license to RCA Records, interpretada por Sia. (N. de la

E.)

[2]El sistema de anclaje LATCH es la modalidad de anclajes para asientos de seguridad infantil que se ha reglamentado en Estados Unidos, bajo los estándares federales de seguridad vehicular.

[3] Gentleman Jack: bourbon de calidad súper Premium, lo produce la destilería Jack Danielʼs.


 
 
 

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